De acuerdo con un nuevo credo, los
tecnólogos estamos convirtiéndonos a nosotros mismos, al planeta, a nuestra
especie, todo, en periféricos de ordenadores conectados a las grandes nubes computacionales.
Las noticias ya no son sobre nosotros, sino sobre el nuevo objeto
computacional, que es más grande que nosotros mismos. […]
Pero hay más de un futuro tecnológico
posible, y el debate debería girar en torno a cómo identificar y mejorar aquellas
libertades de elección que todavía tenemos para obrar en consecuencia […].
Algunas personas dicen que los escépticos
del camino verdadero y único, yo entre ellos, somos como los ajados servidores
de la Iglesia medieval que luchaban contra la pobre imprenta de Johannes
Gutenberg. Nos acusan de temer el cambio, tal como la Iglesia medieval temía la
imprenta. (También llegan a decirnos que somos la clase de personas que habría
reprimido a Galileo o Darwin.)
Lo que olvidan esos críticos es que las imprentas
por sí mismas no ofrecen ninguna garantía de un resultado ilustrado. Las
personas, y no las máquinas, son quienes crearon el Renacimiento. En Corea del
Norte hoy, por ejemplo, las imprentas sólo producen propaganda política que
rinde culto a la personalidad.
Lo que importa de las imprentas no es el mecanismo, sino los
autores.
Una sordera impenetrable domina Silicon
Valley en lo tocante a la idea de autoría. […] Kevin Kelly propuso que no sólo
era buena idea, sino un <<imperativo moral>> que todos los libros
del mundo se convirtieran dentro de poco en <<un libro>>, una vez
que fueran escaneados, localizables y remezclables en la nube informática
universal. […]
Puede que el proceso se inicie en la próxima
década, aproximadamente. Google y otras empresas están escaneando los libros de
las bibliotecas en el proyecto Manhattan de digitalización cultural, de escala
masiva. Lo importante es lo que ocurrirá después. Si se accede a los libros de
la nube a través de interfaces que alienten la mezcolanza de fragmentos que
difumine el contexto y la autoría de cada fragmento, habrá un solo libro. Es lo
que ocurre hoy día con muchos contenidos; a menudo uno no sabe de dónde procede
un fragmento citado en una noticia, quién ha escrito un comentario, o quién ha
grabado un vídeo. La evolución de la tendencia actual nos hará semejantes a
ciertos imperios religiosos de la
Edad Media, o a Corea del Norte, una sociedad de un solo
libro.
La Biblia puede servir de ejemplo
prototípico. Al igual que la Wikipedia, la autoría de la
Biblia era
compartida, en gran parte anónima y acumulativa, y la oscuridad de los autores
individuales
sirvió para otorgar al documento un aura digna de un oráculo, <<la
palabra
literal de
Dios>>. Si adoptamos un punto de vista no metafísico respecto a la Biblia,
esta
sirve como
vínculo con nuestros antepasados, una ventana a la naturaleza humana y a
nuestros
orígenes culturales, y se puede usar como fuente de consuelo e inspiración.
Alguien que
crea en un dios personal puede creer que la Biblia refleja indirectamente a
ese dios a
través de las personas que la escribieron. Pero cuando la gente compra
la ilusión
del oráculo, la Biblia se convierte exclusivamente en una herramienta para
ayudar a los
líderes religiosos y políticos a manipular a la gente.
La tecnología
etérea y digital que reemplazó a la imprenta ha alcanzado la mayoría de edad en
un momento en que esta ideología lamentable que critico domina la cultura
tecnológica. La autoría —la mismísima idea del punto de vista individual— no es
una de las prioridades de la nueva ideología.
La homogeneización
digital de la expresión en una papilla global no está impuesta en realidad
desde lo alto, como en el caso de la imprenta en Corea del Norte. En cambio, el
diseño de software introduce la ideología a través de las acciones más fáciles
de llevar a cabo en los softwares, cada vez más ubicuos. Es cierto que
utilizando esas herramientas los individuos pueden escribir libros o blogs o lo
que sea, pero la economía del contenido libre, la dinámica de masas y los
agregadotes dominantes animan a las personas a ofrecer fragmentos en lugar de
expresiones o argumentos completos. Los esfuerzos de los autores se valoran de
una forma que difumina la distancia entre ellos.
El libro único
colectivo no será para nada igual que la biblioteca de libros individuales que
está llevando a la
ruina. Algunos creen que será mejor; otros, entre los que me
incluyo, creen que será muchísimo peor. […] Cualquier libro por más singular y
exclusivo que sea, incluso el libro colectivo que se acumula en la nube, se
convertirá en un libro cruel si es el único disponible.
Subrayado por Fernando De Diego en:
Lanier, Jaron, Contra el rebaño digital, Debate, Barcelona,
2011.
Título del original: You Are Not a Gadget, Penguin, 2011.